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Senderismo en La Palma

La Palma es el paraíso de los caminantes,  ofrece a los caminantes la posibilidad de recorrerla a pie, de manera sencilla y segura.

Aquí los senderos, teñidos por el verde de la vegetación y el azul del cielo, te ayudan a adentrarte en una isla fascinante. Desde la simple caminata por los jardines que salpican de color toda la isla, hasta el trekking más salvaje en los picos Bejenado o Birigoyo. Sin olvidar los senderos de Marcos y Cordero o la Caldera de Taburiente, donde el milagro del agua cobra todo su significado.

El Cabildo Insular de La Palma, ha diseñado una red de senderos conforme a las normas internacionales de la ERA ( European Ramblers Associations ) y han sido homologados por la FEDME (Federación Española de Deportes de Montaña y Escalada) en el año 1999. El caminante encontrará un tipo de balizaje y de numeración de los senderos similar al de cualquier otra parte del mundo.

Destacables son las Ruta de los Volcanes, la ruta conocida como Marcos y Cordero-Los Tiles y la ruta del Cubo de la Galga, que son algunos de los senderos de ensueño que encontrarás en la Isla Bonita. Con estas rutas incluso se puede disfrutar de ambas laderas de la isla.

Señalización

Para mayor comodidad y seguridad los senderos han sido señalizados mediante flechas direccionales, donde se podrá ver su denominación, paneles informativos, que reflejan la información de interés de los alrededores, y balizas de pintura. Estas balizas disponen de un código de colores y formas muy sencillo y fácil de interpretar.

GR o sendero de Gran Recorrido, cuyo recorrido dura más de una jornada.

PR o sendero de Pequeño Recorrido, que puede realizarse íntegramente en un día.

SL o sendero Local, inferior a 10 Km., une senderos de rango superior, o realiza pequeños bucles locales. En su numeración se refleja el municipio al que pertenece.

Consejos

Aunque los senderos de La Palma son en su conjunto fáciles y sencillos, hay una serie de precauciones que hay que tomar, ya sea de una manera general (lo que se debería de hacer en cualquier sendero de cualquier lugar), ya sea de manera específica en La Palma. Quizás lo más interesante para el senderista que nos visita sea tener en cuenta las peculiaridades propias de La Palma, algunas de ellas ciertamente sorprendentes para quien se acerca por primera vez.

El relieve de la isla es muy vigoroso, de manera que los desniveles de los senderos suelen ser importantes. Hay que tener en cuenta el desnivel que hay que salvar, tanto en sentido ascendente como descendente, y evaluar la forma física de cada uno. En ocasiones, este relieve resulta ciertamente abrupto, lo que conlleva algún grado de peligrosidad, especialmente si se abandona el sendero marcado. En los senderos en los que hay algún grado de peligro, éste se indica en las respectivas descripciones.

Las lluvias, especialmente en la zona norte y oeste de La Palma, son más frecuentes de lo que se puede suponer. En principio la lluvia no es sino un pequeño inconveniente, pero en caso de aguaceros intensos hay que tener en cuenta varias cosas. La primera es que los barrancos, generalmente secos, comienzan a llevar agua (en el habla local se suele decir que «los barrancos corren»), por lo que hay que evitar los senderos que discurren por su cauce y, en cualquier caso, alejarse del mismo. La segunda es que las lluvias producen desprendimientos y pueden caer rocas de diferentes tamaños. Este fenómeno se aprecia bien en las carreteras, donde suelen verse piedras que han rodado por la pendiente. En los tramos de senderos que discurren al pie de riscos o paredes verticales hay que extremar la precaución en estos casos y, a ser posible, abstenerse de caminar por estos lugares. La tercera cosa a tener en cuenta se refiere a los casos en los que las lluvias han sido intensas y ya han pasado, en cuyo caso algunos caminos se deterioran por simple erosión, aunque se suelen reacondicionar con rapidez.

La niebla es muy frecuente en las zonas orientadas al norte y oeste de la isla, así como en las cumbres de La Hilera y sus alrededores. En las zonas despejadas, sin vegetación y con los caminos poco trazados pueden producirse pérdidas del sendero. No hay muchos lugares así, pero en ellos hay que caminar con precaución y no perder las balizas.

La nieve es frecuente en las zonas altas, sobre todo en el borde de la Caldera de Taburiente a partir de los 2.000 metros de altura y entre los meses de noviembre a abril. El paisaje cambia totalmente y adquiere una gran belleza, por lo que caminar por un entorno nevado es una gran tentación. Sin embargo, hay dos situaciones de peligro objetivo que no hay que desdeñar. La primera se produce cuando la nevada es reciente: se pierde la traza de los senderos y el caminar por la nieve puede llegar a ser agotador al hundirse en ella el senderista a cada paso. La segunda situación es la más peligrosa, y se da cuando el calor del día derrite las capas superficiales de la nieve que por la noche se enfrían y se endurecen. Cualquier pendiente, por mínima que sea, se convierte en intransitable en estas condiciones y el riesgo de caída, en zonas aparentemente inofensivas, es real. Sólo hay dos soluciones: o equiparse con material de alta montaña -crampones y piolet- y dominar su uso, o bien abstenerse de realizar ninguna ruta en la zona alta y escoger otro sendero. Desde estas líneas se quiere apelar a la prudencia de los senderistas.
         
Muy relacionado con la nieve está el frío. El tópico que relaciona el archipiélago canario con el calor puede ser más o menos real en las zonas bajas y costeras, pero a medida que se asciende la temperatura desciende, y bastante, sobre todo en los meses centrales del invierno. Así, es muy frecuente encontrar registros que rondan los 0º en las cumbres más altas de La Palma, y a 2.000 metros de altura hay muchos días en los que las temperaturas se mueven alrededor de los 5°, mientras que en la costa pueden observarse valores cercanos a los 20° o incluso superiores. Además, la sensación térmica desciende bruscamente con el viento, fenómeno nada raro en cotas altas. Por ello, es fundamental ir equipado con ropa de abrigo (forro polar o similar) y un anorak cortavientos.
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